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Expertos internacionales

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Rosa María Torres

EXPERTOS: los hay reales y los hay postizos. Alguna vez, la pala­bra dijo algo: se aplicaba a quienes dominaban un saber o una especialidad. Hoy en día, el calificativo se aplica a mansalva, pudiendo abarcar tanto a exper­tos de verdad como a los que, antojadiza e improvisadamente, son llamados tales gracias al desconocimiento o la falta de criterio de quienes solicitan y compran sus servicios. 

Nos referiremos aquí al experto en un campo específico, el de la educación, un campo sumamente complejo y sensible, que se resiste a recetas y a fórmulas prefabricadas, que requiere no solo saber sino experiencia, conocimiento profundo del contexto y de la(s) cultura(s), empatía, capacidad de observar y de escuchar, voluntad para identificar lo propio y lo diferente, cautela para postergar el juicio fácil o la propuesta apresurada. 

A medida que se amplía y complejiza, la educación ha venido segmentándose en numerosos subcampos y especialidades. Es imposible saber de todo, manejar en profundidad todos los elemen­tos que inter­vienen en las decisiones de política y en los procesos educativos intra y extra escolares.

El 'experto', hoy, puede saber de una pequeña parte del conjunto o bien presentarse como un todólogo que sabe de todo. En cualquier caso, ninguno de ellos está en capacidad de asumir visiones o decisiones sistémicas. La educación es campo multi- y trans-disciplinar, que exige mútiples saberes y múltiples miradas, trabajo en equipo,
participación social, experimentación, tiempo y condiciones para ensayar, errar y rectificar. 

Jóvenes inexperientes recién graduados en el extranjero o bien funcionarios jubilados o que van quedándose sin chamba por cambio de gobierno o de administración, pasan a engrosar las filas de los 'expertos' y las carpetas de candidatos que esperan ser considerados en los archivos de agencias inter­nacionales y burocracias nacionales.
Grupo aparte son los economistas, quienes tienden a creerse expertos en cualquier campo, y que de hecho lideran hoy las decisiones de la educación a nivel mundial, por lo general desde visiones economicistas, mecanicistas y estrechas de lo que significa enseñar y aprender.  
 

■  Un país latinoamericano se embarcó en una reforma curricular. La lista de candidatos a asesores internacionales apareció encabezada por un ex-Ministro de Educación de un país vecino - reconocidamente no especialista en educación y menos en currículo -, quien acababa de quedar vacante por cambio de gobierno. Para no hacerla larga: hubo que proceder a la contratación de un experto a distancia para que asesorara al experto y de expertitos que le ayudaran in situ. Todo duró y costó mucho más de lo previsto. El resultado: un engendro. Dos o tres publicaciones, el clásico taller de "validación" que empaca y pone sello internacional a cualquier cosa ... y no se habló más del asunto. 

■  Otro país latinoamericano decidió que había llegado la hora de una profunda y ejemplar reforma educativa, costara lo que costara. La palabra 'excelencia' copó los discursos. Profesores de Harvard y otras universidades VIP desfilaron con sus respectivas ideas, propuestas, visiones de 'calidad educativa' y de 'futuro de la educación'. Los sesudos y vistosos documentos elaborados reposan en centros de documentación nacionales e internacionales como incómodo testimonio de lo que resulta cuando se pretende reformar la educación con expertos VIP que desconocen el país y se sienten libres para imaginar cualquier cosa, independientemente de su viabilidad e incluso de su comprensión por parte de la sociedad. 
 


■  En un país asiático se necesitaba alguien para diseñar y dirigir un proyecto nacional de alfabetización de adultos. El "experto" internacional recomenda­do y finalmente contratado, si bien vinculado al campo educativo, sabía nada de alfabetización y nada de adultos. Así pues, al poco tiempo se vio en la necesidad de contratar expertos de verdad que vinieran a hacer el trabajo, con lo cual, solamente en salarios de "exper­tos", este pobre país debió pagar sumas extraordinarias. Al final, el programa no llegó a despegar.   

■  En un evento del Banco Mundial en Washington el panel se extendió en un conversatorio reducido en el que quedaron, entre otros, varios jóvenes con traje y con cartelitos colgados que decían 'EXPERTO'. Me acerqué al que estaba a mi lado y le pregunté en qué era experto. Me dijo, sin rubor, que era 'experto en (países en vías de) desarrollo', como si tal cosa existiera. Con tres meses en un país latinoamericano y una pasantía de verano en un país africano, se volvió 'experto en desarrollo'. Le pregunté cuántos años tenía. Me dijo que 25. Le dije que nadie puede ser experto a esa edad. Que el conocimiento experto toma años, articulación entre teoría y práctica, un largo y muy trabajado matrimonio entre aprender a escuchar, aprender a pensar y aprender a hacer (con otros). Se rió, sin consecuencias. Había ocho más como él en la sala. 

■  En Africa he encontrado los casos más flagrantes de 'expertos internacionales'. Expertos que muchas veces van de país en país dejando los mismos documentos, modificando a lo sumo tablas, estadísticas, siglas, fechas, o bien traduciendo el documento a otro idioma, con idénticas conclusiones y recomendaciones para países y circunstancias muy diversos. Expertos con horarios reducidos y salarios abultados, en países con grandes necesidades y limitaciones. Expertos que trabajan en hoteles cinco estrellas, junto a la piscina, con sus laptops o artefactos de última generación, servidos por sirvientes locales. Y que, además, con alarde y sin empacho, desprecian la cultura local y se burlan de la gente con la que trabajan. Millones paga Africa en expertos internacionales, mayoritariamente provenientes de los países que la colonizaron.

Cordón umbilical lucrativo y costoso, lleno de trampas y de círculos viciosos, el de los expertos internacionales. Mucho experto descomprometido con su tarea y con la gente que le paga y depende de sus decisiones. Mucho experto en serie, ajeno e insensible a los contextos, repitiendo lo mismo en todo lado. Mucho experto no reconocido como tal en su propio país, pero que en otros lados le tienden alfombras rojas. 

Una industria internacional que consume mucho dinero de los 'países en desarrollo' y con réditos probadamente inútiles o dudosos. Una industria nutrida de préstamos, rituales, pleitesías, CVs, presentaciones, conferencias, eventos, documentos al por mayor. Prospera sobre todo en los países pobres y pequeños, en los con deficientes sistemas educativos y débiles capacidades nacionales, en los convencidos de que lo extranjero es siempre lo mejor, en los ávidos de visibilidad y de ránkings, en los empeñados en lograr 'nivel internacional' como si ese fuese el objetivo. Una industria, en fin, en la que, por todo eso y parafraseando un tango, se vuelve cada vez más difícil diferenciar al experto del chambón.

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