Rosa María Torres
"Tradicionalmente, la calidad de vida se ha medido en relación con indicadores objetivos. En Calidad de vida: Más allá de los hechos se visualiza a través de una nueva lente: la percepción de la gente. Con base en una versión adaptada de la reciente Encuesta Mundial de Gallup, que incorpora preguntas específicas sobre América Latina, el Banco Interamericano de Desarrollo realizó un sondeo entre residentes de toda la región y observó que las percepciones sobre la calidad de vida suelen diferir mucho de la realidad. Estas sorprendentes conclusiones cobran enorme importancia para la economía política de la región y aportan valiosa información para provecho de quienes formulan las políticas y promueven el desarrollo".
Un estudio pionero realizado por el BID en base a la Encuesta Mundial de Gallup 2007 (40 mil personas en 24 países de América Latina contestaron la encuesta), reveló que los latinoamericanos estaban en general satisfechos con sus vidas y, en particular, con la educación que reciben.
La distancia entre las realidades y las percepciones subjetivas resultó particularmente llamativa en el campo de la educación. Siendo América Latina una región con problemas históricos de calidad de la educación, con aprendizajes siempre por debajo de lo esperado y de lo deseable, según lo ratifican pruebas nacionales (elaboradas en cada país), regionales (LLECE) e internacionales (PISA, entre otras), el nivel de satisfacción de los latinoamericanos es mucho más alto que el de ciudadanos en países con mayores niveles de escolaridad y mejores resultados de aprendizaje. El fenómeno se repite en encuestas y estudios similares realizados en los últimos años.
La “satisfacción excesiva” se aplica también a la salud, pero es mucho más pronunciada en el caso de la educación. El nivel de satisfacción con la educación es mayor entre quienes tienen baja escolaridad (la cual, a su vez, suele estar asociada a mayores niveles de pobreza) y disminuye mientras mayor es el nivel de escolaridad de las personas. Frente a la pregunta: “¿Piensa usted que la mayoría de los niños recibe buena educación?”, la mayor cantidad de respuestas positivas provinieron de personas con eduación secundaria incompleta.
La distancia entre las realidades y las percepciones subjetivas resultó particularmente llamativa en el campo de la educación. Siendo América Latina una región con problemas históricos de calidad de la educación, con aprendizajes siempre por debajo de lo esperado y de lo deseable, según lo ratifican pruebas nacionales (elaboradas en cada país), regionales (LLECE) e internacionales (PISA, entre otras), el nivel de satisfacción de los latinoamericanos es mucho más alto que el de ciudadanos en países con mayores niveles de escolaridad y mejores resultados de aprendizaje. El fenómeno se repite en encuestas y estudios similares realizados en los últimos años.
La “satisfacción excesiva” se aplica también a la salud, pero es mucho más pronunciada en el caso de la educación. El nivel de satisfacción con la educación es mayor entre quienes tienen baja escolaridad (la cual, a su vez, suele estar asociada a mayores niveles de pobreza) y disminuye mientras mayor es el nivel de escolaridad de las personas. Frente a la pregunta: “¿Piensa usted que la mayoría de los niños recibe buena educación?”, la mayor cantidad de respuestas positivas provinieron de personas con eduación secundaria incompleta.
Se le conoce también como "paradoja de las aspiraciones": los que menos tienen, los que reciben la educación de la peor calidad, son los más satisfechos, los más conformes y los que, por tanto, están en peores condiciones para reconocer y exigir una educación de calidad. Esta paradoja se aplica a muchos otros campos.
“La mayoría de latinoamericanos están satisfechos con sus sistemas educativos porque valoran la disciplina, la seguridad y la infraestructura física de sus escuelas más que las puntuaciones que obtengan sus hijos en las pruebas académicas” (Prefacio al libro del BID Calidad de vida: Más allá de los hechos).En otras palabras: el aprendizaje - el qué, el cómo y el para qué aprenden los hijos en el sistema escolar - tiene poca importancia frente a tres cuestiones que acaparan el interés: la disciplina, la seguridad y la infraestructura.
Disciplina
Muchos padres de familia esperan que el sistema escolar haga con sus hijos lo que éste hizo con ellos y lo que les cuesta cada vez más hacer a ellos mismos: disciplinarlos. Normas, instrucciones, horarios, uniformes, deberes, premios y castigos, son parte del paquete disciplinador. Al sistema escolar se le encarga entre otros "inculcar valores" - como aún se lo llama - y desarrollar "hábitos de estudio".
Para la ideología educativa convencional, buen profesor es el disciplinador. Profesores flexibles, amigables, dialogantes, innovadores, son muchas veces incomprendidos y hasta mal vistos tanto por las autoridades como por los padres de familia. No falta quien tilda de 'vago' y poco profesional al que alienta el juego y la diversión como parte del aprendizaje, al que se sale de lo normado y explora junto con sus alumnos otras formas de aprender: reír, ensuciarse, sentarse en el suelo, conversar en clase, trabajar en grupo, hacer o escuchar música, salir de excursión, hacer actividades al aire libre ...
La obsesión con la disciplina rigidiza las mentes y las relaciones, legitima el autoritarismo y la imposición antes que el diálogo y el razonamiento, anula la espontaneidad, la curiosidad, la creatividad y la libertad esenciales para aprender.
Seguridad
La violencia y la inseguridad son temas centrales y en ascenso en América Latina (Ver: PNUD, Informe Regional de Desarrollo Humano para América Latina 2013-2014: Seguridad ciudadana con rostro humano). En este marco, la escuela pasa a ser vista por las familias como una aliada fundamental, lugar donde sus hijos están a salvo, guardados, vigilados, cuidados. En contextos de gran violencia como los que caracterizan a muchísimas ciudades latinoamericanas, preservar la vida pasa a ser la prioridad. Qué y cómo aprenden sus hijos ha sido siempre un tema de poca preocupación para las familias, no solo en los estratos pobres.
No obstante, la violencia está instalada y crece dentro del propio sistema escolar. Hay violencia en la cultura escolar, en la imposición de reglas, en la negación del diálogo, en el castigo. La violencia exterior - la de la familia, la del barrio, la de la sociedad - entra a la escuela junto con los alumnos, los padres y los profesores. El bullying florece entre compañeros, entre pares. Robos, asaltos, drogas, acoso, muerte, son hoy en día parte del escenario escolar en el mundo.
La inseguridad y el miedo no contribuyen al desarrollo de una buena educación. Llevan a cerrar la boca, a poner cerrojos en las aulas, a amurallar las escuelas.
Infraestructura
En el imaginario social, educación es en primer lugar escuela, edificio, y solo después enseñanza y aprendizaje.
Imaginario social e imaginario político coinciden en el apego por la infraestructura. La "obra" en educación es construir e inaugurar aulas y planteles, el componente más fácil y más rápido de resolver en educación. Los electores son sensibles a la obra tangible y responden según lo esperado. Los políticos lo saben, le dan alta visibilidad y alimentan el imaginario de la educación como infraestructura.
El peso de la "obra" impide percibir e incluso imaginar educación sin escuela, al aire libre, a distancia, en casa, autoeducación, etc. Impide reconocer que la buena educación depende mucho más de un buen maestro o maestra que de una infraestructura moderna o costosa, que la calidad de la educación se juega mucho más en la calidad de las relaciones que en la calidad de los materiales de construcción.
***
La "satisfacción excesiva" y la "paradoja de las aspiraciones" en relación a la educación se repiten una y otra vez en encuestas y estudios en todo el mundo y, especialmente, en América Latina y el Caribe. Los resultados de la prueba internacional PISA 2012 (aplicada a jóvenes de 15 años) mostraron que los estudiantes latinoamericanos son los más felices con su escuela, al mismo tiempo que son los que obtienen los peores resultados entre los países participantes en dicha prueba.
Hay quienes ven estas incongruencias, folclóricamente, como signo positivo de la cultura - "somos optimistas", "somos un pueblo feliz" - y como motivo de orgullo en la competencia y en los ránkings internacionales. No obstante, se trata de un problema, de un problema que muestra problemas de cantidad y calidad de la educación. La "satisfacción excesiva", como se ha dicho, es reveladora de poca y mala educación.
Avanzar hacia una buena educación, relevante y transformadora, implica, por un lado, ampliar y elevar el nivel educativo de toda la sociedad y, por otro, educar a la ciudadanía en los temas de la educación: educar sus percepciones, informar sus decisiones e impulsar su participación a fin de calificar su exigencia del derecho a la educación.
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Avanzar hacia una buena educación, relevante y transformadora, implica, por un lado, ampliar y elevar el nivel educativo de toda la sociedad y, por otro, educar a la ciudadanía en los temas de la educación: educar sus percepciones, informar sus decisiones e impulsar su participación a fin de calificar su exigencia del derecho a la educación.
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